domingo, 29 de junio de 2008

UN TESORO.

Y un día interpreté su existencia. Fue en León, frente a la catedral, un domingo cualquiera. Yo regresaba de Poneloya de un relativo fin de semana de descanso.

No me apetecía andar ni pregunta, rastrear la ciudad en busca de otras vidas me resultaba una tarea agotadora. Solo necesitaba un rincón donde aislarme, donde sentirme libre para observar todo lo que pasaba a mi alrededor, el tiempo suficiente para intuir las vidas que la plaza me mostraba en un momento. Se que así solo pude imaginarlo pero muchas veces un instante es suficiente para adivinar una vida.

Esta vez ni siquiera necesité hablar, ni preguntar. Me bastó una fugaz mirada y me atrapó. Ya no pude dejar de observarle, a pesar del dolor que producía, a pesar de la infinita tristeza, asumiendo la pesadumbre que me invadía y consciente de que me acompañaría por mucho tiempo. A pesar de todo me mantuve inmóvil, conteniendo la respiración, analizando cada movimiento, esperando cualquier gesto que me hablara, que me contara…

En un barrido rápido su forma de andar me llamó, supongo que este es mi defecto profesional. Su paso era rítmico casi artificial, a pesar de eso sus pies apenas se elevaban del suelo. Los brazos caídos, sin vida, no acompañaban el movimiento de sus piernas. En cambio su cuerpo, llamado a inclinase en exceso, se acompasaba con el movimiento constante de sus pies… Era evidente; su forma de andar era especial, como el, como su forma de ver y sentir…

Podría tener unos16 años; su figura alta, delgada, incluso desgarbada diría yo. Propia de alguien que pasa poco tiempo bajo techo. Sus piernas y sus brazos lo gritaban; suciedad, cicatrices, arañazos, moratones… una vida poco cómoda, llena de sobresaltos.
Bajo su brazo, un tesoro. Fue fácil adivinar lo importante que era para él; su mano tensa lo agarraba, su mirada lo buscaba y en ningún momento permitió que se alejara de su cuerpo ni un solo milímetro. Ahora solo necesitaba un lugar donde disfrutarlo.

Pensó que cualquier banco sería un buen lugar, pero pronto se dio cuenta que estaba equivocado… para entonces ya había abierto su bolsa y tuvo que guárdalo todo cuidadosamente.
Yo no pude entender que era eso que le incomodaba y tampoco porqué, después de tanto dudar, encontró su lugar sentado junto a esas dos mujeres que hacían evidente que su compañía les molestaba.
Pero a él no le importaba las miradas de desaprobación, ni siquiera los gestos de desprecio. Impaciente rompió el nuevo nudo de su bolsa… la botella, el envoltorio que contenía su pequeño tesoro… todo estaba listo. Sentado, encorvado, acurrucado, protegiéndolo con su postura, como quien disfruta algo prohibido, robado o regalado, algo que se acabará y que no sabe cuando volverá a tener… nervioso miraba alrededor para asegurar la tranquilidad que no encontraba en si mismo; ansioso devoraba su comida, su tesoro.

Gracias Alba:
Por mirar y verle.
Por las fotos.
Por sentir y compartir.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre tan sabia, con esa mirada q es un don, con esa sensibilidad q compartes e impartes.

Anónimo dijo...

Tú tienes esa virtud que sólo los elegidos tienen: el ver, el observar más allá y profundamente que el resto de los humanos. No dejes de hacerlo. Gracias por abrirnos esas ventanas

Anónimo dijo...

El mundo está lleno de personas con pequeños tesoros,lo malo es que nunca tenemos tiempo de deternos a observar....Tenemos siempre un montón de "cosas" que hacer...
Es una tristeza que algo tan simple como un pequeño trozo de pan sea un gran tesoro para millones de personas en todo el mundo.
Sigue fijándote,verás la de cosas que nos perdemos todos los días y descubriras que lo esencial es igual en todo el mundo.TQ,Primor