jueves, 24 de junio de 2010

tan verde como yo


Como todos los centros residenciales, este también estaba a las afueras del pueblo, en las faldas de una montaña estampada con los verdes que los robles y castaños despliegan en una mañana de junio tardío.

Y como todos los días que mi trabajo me lleva hasta allí, me despedía con la desacertada sensación de que la estancia en estos lugares no es más que un puro trámite antes de morir.
Un periodo de transición en el que la identidad inherente al ser humano se corrompe hasta que por simple analogía, recorridos vitales dispares se transforma en un masa homogénea, sin más identidad que la otorgada por la incapacidad conseguida como premio ante el privilegio de alcázar casi la centena de años contados.

Y como muchos días, más de diez minutos para recorrer los veinte metros que distan de la salida hasta mi coche; ¿ya te vas guapa? ¿vienes de visita? Nunca te vi por aquí, ¿de donde eres? Diez minutos con ese sentimiento contradictorio, el que me empuja a salir huyendo y alejarme de un futuro lejano pero no incierto, mezclado con ese otro que me paraliza y me mantiene allí un ratito más, solo un ratito, cargándome de sonrisas, apretones de manos y algún achuchón.


Pero hoy sería distinto y es que justo en el portón, Luis se para y golpea la ventanilla de mi coche;

- No irás al pueblo, verdad?

Y la verdad es que no tenía que ir, pero la curiosidad me pudo y que mejor forma de saciarla que prestarme como chofer.

-Dime donde quieres ir y te acerco.

-Harías eso por mi? No suele venir mucha gente por las mañanas y desde hace algún tiempo, el camino se tornó un castigo para mi, mira que es bonito el jodío, pero no hay manera. Si esperas un ratino, cojo algunas cosas que necesito.

-Eso está hecho, pero date prisa que nos vamos.


En ese momento sentí como si me fugara con un preso de su cárcel, como si juntos consiguiéramos burlarnos de su condena, robándole a la vida un día más.


-Vamos a mi casa, allí tengo mi huerto, mis plantas y es que aquí, aquí me consumo... pero háblame de ti...


Y aquí aparecen la preguntas de rigor que todo hombre interesado por cierta mujer tarde o temprano termina haciendo. ¿Donde vives? ¿Cuántos años tienes? ¿ Tienes hijos? ¿ Estás casada?


- Y tú, Luis, estas casado?



- Lo estuve, pero de eso hace ya muchos años y después no tuve la suerte de encontrar una niña tan bonita como tú. Pero aun no me has dicho si encontraste a alguien que sepa querer... Mira, yo no tengo muy claro como se hace eso, pero si tuviera los treinta años que tienes tú, hoy mismo te invitaría a cenar y después... después, estaríamos toda la noche bailando.
Y en sus ojos, por un instante, brillaron los treinta recién cumplidos.

- Luis, si las circunstancias fueran otras; el tiempo, el espacio y nuestra edad, creeme, que la que te llevaría a bailar y a contar estrellas esta noche sería yo...

Y nos despedimos con la promesa de un café pendiente, que el bar cerrado junto a su casa nos obligó a posponer, y un par de besos sentidos como un instante de retorno a los treinta cuando hoy Luis cuenta más de noventa.

martes, 22 de junio de 2010

creando, bicheando, enredando...

























el día será como nosotras queramos, verdad principina??
incluso puede que llueva para que después vuelva a brillar el sol...