domingo, 22 de junio de 2008

PAULINA.


Lo había deseado tanto y vi tantas imágenes de Poneloya que fue como si ya hubiese estado allí; el Pacifico, su luz, ese halo que envuelve los rincones mágicos de nicaragua... Y Paulina, la niña que llena álbumes de viajes ya pasados, el juguete que crece a orillas del mar y cada día recibe a los visitantes que se alojan junto a su casa.

Apareció sin apenas hacer ruido; tímida, con la cabecita escondida entre los hombros; con su leve sonrisa, sólo apreciable por el brillo intenso de sus ojos.
A sus cinco años ya maneja el arte de seducir, de enamorar... un simple gesto le basta para captar la atención de cualquiera. Y no es solo esa carita; su piel morena, sus profundos ojos rasgados, su sonrisa traviesa... ni siquiera es esa ternura contenida que despierta nada más acercarte. Es algo más; una conducta espontánea que se transforma en un ritual cada vez que alguien llega, cada vez que nosotros llegamos.

No se si pensar que es afortunada o pensar que su hermano, un poco mayor, no lo fue. El caso es que sólo ella supo disfrutar durante esos días de la vida acomodada de los que no sabemos actuar con justicia.

¿Qué te estamos enseñando con cada beso y abrazo regalado, con cada privilegio compartido; a acercarte, a no luchar, a esperar, a sonreír, a vivir de tu cara bonita?
¿Y a los que se quedan mirando? ¿Qué le enseñamos a estos?

Tu leve sonrisa, el brillo de tus ojos, tu profunda mirada, tu sonrisa traviesa, la ternura contenida, tus cinco años... El tiempo te los robará.... y entonces, Paulina, ¿Cómo vas a enamorar?


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por qué cada vez que la leo descubro cosas nuevas

¡ Laura ! dijo...

Paulina... duras palabras... pero qué reales, no? no conseguí acercarme a ella, ni conseguí mimarla, ni nada parecido. Pasé un mes en ese país sin saber como repartir cariño... sin saber si de cariño se "come" o si serviría de algo. Algunos días lo di, como a Dimas, con ASlejandra... quizás pensé q a Paulina le faltaban más cosas, no solo cariño... Puede que con sus cinco años ya supiera la respuesta... y no se creyera lo que recibía. Sus ojos reflejan el enigma que supone lo que pasa por su cabecita