martes, 15 de julio de 2008

LUPE, ESTRELLA DE MAR.

Muchas veces las circunstancias más obvias son las que consiguen estremecernos, son tan lógicas que nunca te paras a pensarlas. Son las que descubres en el instante en que crujen dentro de ti. Las que con su eco permanecen resonando durante tanto tiempo que no consigues sacarlas fuera porque logran expandirse dentro de ti y derivan en miles de pensamientos y sentimientos encadenados. Son como la piedra que cae sobre un lago sereno; un leve impulso que consigue un movimiento incontrolable, independiente y que con el tiempo no hace otra cosa que crecer y crecer hasta desbordarte.

Así fue la mañana que nos levantamos junto al Pacifico y como cualquier otro día fuimos a desayunar, esta vez junto a la playa. Podría haber sido tan habitual como todos esos desayunos de los fines de semana, en los que no hay prisa y disfrutas de buena compañía en un lugar paradisíaco, pero continuábamos allí y las cosas más habituales se transforman propinando lecciones a fuerza de golpes difíciles de encajar.

Nunca había pensado en ellos, en como viven los perros en Nicaragua, y no me sorprendió ver que andaban sueltos por la calle, sin dueño ni collar, buscando su presa, solo que ellos también saben que lo más cómodo es acercarse a cualquier restaurante frecuentado por turistas. Al fin y al cabo es una conducta aprendida y que se mantiene en el tiempo a fuerza de ser reforzada con las sobras que dejamos en el plato y que amablemente ofrecemos al que pasa por allí.

Una conducta muy común aquí y la desarrolla todo el que necesita lo que a nosotros nos sobra. Este fue el motivo por el que también se acercó Lupe, una niña de unos diez años de mirada sosegada…
Apareció caminando por la playa cargada con su cajita repleta caracolas, estrellas de mar y de conchas de mil formas y colores engarzadas en pendientes, collares y pulseras. Esperó pacientemente, de pié, en la arena.




Ella sabia que nos acercaríamos a comprar; uno a uno fuimos bajando hasta la playa para hacernos con algunos recuerdos, y así fue como ella también consiguió su premio, su recompensa. Se que lo lógico seria que no me sorprendiera verla allí cuando volvimos a comer pero en ese momento solo podía pensar que habría hecho durante toda la mañana ¿permanecería allí esperando a otros como nosotros?





Ahora podía sentir como esa presión en el pecho aumentaba, como la culpabilidad y la impotencia se anudaban en mi garganta. Un torbellino de sentimientos me invadía mientras no paraba de comer algo que se me atragantaba y no hacia más que incrementar es maldito nudo que casi no me dejaba respirar.

Lupe, a una distancia prudencial, esperaban junto a las mesas que termináramos de comer, los perros pasando entre mis pies y mientras tanto no podía dejar de pensar… ¿Habrá comido?, ¿Porqué no está en el colegio?, ¿Dónde están sus padres? Ella no debería estar aquí

Prefiero no pensarlo, deja de pensar. ¿Y si le doy mi comida? Eso no solucionaría nada. Por eso vuelve cada día. Eso los mantiene aquí…

Así, sin parar de comer, sin saber que hacer, embotada… alguien se levanta. Los perros le siguen. Saben que, como esta mañana, eso es para ellos… o puede que no... porque Lupe le para y le dice que hoy no ha comido, que tiene hambre, que le de lo que no iba destinado para ella… y dejo de comer y se estrecha nudo y todo me da vueltas.

Oigo como comenta que eso no está bien, que son sobras. Que es caridad.
Y yo me pregunto, ¿son más sobras estás que las que sacamos de nuestros monederos?
¿Qué el tiempo “libre” dedicado al voluntariado?
¿Qué el presupuesto que los países del “primer mundo” destinan a la cooperación internacional?
¿Quién me demuestra que eso no es caridad?
Seamos realistas todo lo que hacemos lo es… Ya sea lo que me sobra del plato o lo que nos sobra del presupuesto anual.
Y yo lo consiento y como hoy participo.
Pero dime quién quiere o puede ser consecuente, quién empieza diciendo:
Lo siento pero no. Esto es caridad.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una gran historia para meditar y pensar. Tal vez demasiado grande, pero muy necesaria. Gracias

Anita dijo...

mil gracias esther por no traicionarte a ti misma por permitir que aprrenda de ti cada segundo te quiero electroduende

¡ Laura ! dijo...

Gracias mi niña... por plasmar aqui lo que trajimos en la retina grabado, an la cabeza dando vueltas y en el corazon clavado... son tantas cosas... tantos sentimientos encontrados... este creo q fue uno de los momentos morales mas duros. Un besazo nena!